Afortunadamente el amor no entiende de preguntas, sino que, en ocasiones, es la respuesta.
Rodrigo, marqués de Montesclaros, pide la mano de la hija del conde de Saavedra, una arpía manipuladora, porque necesita de su dote: tiene una finca colindante a la suya esencial para sus cultivos.
Cuando su prometida muere poco antes de la boda, como de cualquier noble se espera, pide en matrimonio a la otra hija, que es forzada a aceptar la alianza con uno de los nobles más importantes del reino en una España dividida entre carlistas e isabelinos.
