AZAEL - A. G. DONES

He vuelto a encontrarlo, al hijo pródigo, tan mundano como cualquiera de los mortales a los que jamás debió acercarse, tan quebrantado como únicamente puede estar lo quien ha padecido la eternidad entre ellos. Desde mi atalaya celestial, observo sus actos desesperados para cumplir el mandato de mi padre, que es también el suyo. Yo, que todo puedo verlo, lo contemplo sin comprender cómo puede preferir mi hermano esta vida entre mortales. Poco importa. Seguiré observando con la paciencia que da la inmortalidad y tal vez así alcance a comprender qué le hizo caer; por qué, siendo los dos tan iguales, somos ambos tan distintos. Mi hermano se ha protegido a sí mismo con la coraza de un cascarón vacío, pero ¿si los mortales pudieran ver más allá, si trataran de conocerlo realmente, si fueran apenas consciente su naturaleza? ¿Entonces lo amarían y temerían tanto como a sus falsos dioses? Ramuel Grigori, vigilante.
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.