TRILOGÍA PRIEST - SIERRA SIMONE

1# SACERDOTE 

Hay muchas reglas que un sacerdote no puede romper. Un sacerdote no puede casarse. Un sacerdote no puede abandonar su rebaño. Un sacerdote no puede abandonar a su Dios. 
Siempre he sido bueno en seguir las reglas. Hasta que ella vino. Mi nombre es Tyler Anselm Bell. Tengo veintinueve años. Hace seis meses, rompí mi voto de celibato en el altar de mi propia iglesia, y Dios me ayude, lo haría de nuevo. Soy un sacerdote y ésta es mi confesión.

1.5# MISA DE MEDIANOCHE

Se nos dice que Dios castigará a los impíos. Que los hombres pecadores cosecharán lo que sembraron. Se nos dice que azotemos nuestras almas con oración y dolor para que vuelvan a estar limpias una vez más.
Bueno, aquí estoy. Impío y pecador. Desesperado por estar limpio otra vez, aún cuando se siente tan bien estar sucio.
Pero nunca esperé lo que venia a continuación.
Incluso nunca esperé que mi castigo viniera tan pronto.

2# PECADOR

No soy un buen hombre, y nunca he pretendido serlo. No creo en la bondad, o en Dios, o en ningún final feliz que no se pague por adelantado.
¿En qué creo? Dinero. Sexo. Macallan 18.
Existen palabras que describen hombres como yo… Playboy. Mujeriego. Perseguidor de la falda.
Mi hermano solía ser sacerdote, y él solo tiene una palabra para mí.
"Pecador".

3# SANTO

No puedo tener a Elijah Iverson.
No puedo tenerlo porque es el mejor amigo de mi hermano mayor.
No puedo tenerlo porque le rompí el corazón hace cinco años; porque ahora está comprometido con otra persona, alguien amable y confiable que merece sus ojos de color whisky, su boca suave, su intelecto feroz.
No puedo tener a Elijah porque he elegido a Dios en su lugar.
Sin embargo, los hermanos Bell... bueno, no tenemos exactamente el mejor historial con los votos.
Pero estoy decidido a hacer bien esta cosa de monje: comprometerme a una vida enclaustrada y pasar el resto de mis años en castidad y oración.
Pero ahora Elijah está aquí.
Él está aquí y vendrá conmigo en mi viaje por carretera a un monasterio europeo, y entre las confesiones susurradas y los besos robados y los momentos inclinados sobre un antiguo altar, mis votos se sienten más frágiles cada día.
Y con votos o no, sé en mi corazón que se necesitaría más que un buen y santo monje para resistir a Elijah Iverson en este momento.
Se necesitaría un santo.
Y todos sabemos que no soy un santo.

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