… Era alto y fuerte, además de inteligente y guapo. Su rudeza no estaba reñida con su sensualidad, y cuanto más le detestaba, más atraída me sentía por el hombre que trabajaba para mi difunto padre y que se hacía llamar El Gringo… ¨El arte de agradar es el arte de engañar¨. Marqués de Vauvenargues
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