SERIE DUALES - CRISTINA PUJADAS

1# LA VOZ

Puedo parecer una chica más o menos normal. La verdad es que me esfuerzo, aunque mi voz no siempre me lo pone fácil. Camino mirando al suelo, arrastrando mi maleta, acercándome a la que será mi nueva vida. Él luchó para conseguir venir aquí. Empezar la universidad, en la otra punta del país, solo para alejarme de aquellos que me conocen o creen conocerme. Quiero dejar de ser la loca. La rarita. La que habla sola. Aunque en parte no puedo negar que hay algo de verdad en sus palabras. Desde niña he tenido una voz que me acompaña. Es una voz amiga, que me consuela, me anima y me aconseja. A veces. Otras, simplemente disfruta burlándose del mundo que nos rodea, con ese aire de sabelotodo que me pone de un humor de perros. Aunque no puedo enfadarme demasiado con ella, porqué en el fondo forma parte de mí. Siempre lo ha hecho. Hace unos años cambiaron mi diagnóstico de esquizofrenia de inicio precoz a personalidad múltiple. Algo tan pequeño me ha dado un respiro y me ha dado una segunda oportunidad. Sin la medicación que me dejaba casi como una sonámbula día y noche, voy a empezar de nuevo, en un sitio en el que no me miren mientras camino por los pasillos, donde no sienta las palabras hirientes pronunciadas entre susurros. Siento algo dentro de mí, un cierto nerviosismo, que no tengo claro si es mío o suyo. Nuestro. Cómo si algo estuviera a punto de pasar. No es que sea clarividente o algo así, pero hay algo en mi voz que es especial y no soy tan tonta como para negar esa capacidad suya. Un presentimiento. Siento un escalofrío al mirar la llave en mi mano. La puerta, una de tantas, en aquel pasillo de la que será mi residencia de estudiantes. Hay gente a mi alrededor, caminando, hablando. Todo parece dibujarse en un segundo plano. Siento que si abre esa puerta, si entra en la que será mi habitación, ya no habrá vuelta atrás. No es que sea valiente, pero hay tantas cosas en mi pasado que quiero, que necesito, olvidar. -Hazlo. Miz voz es un poco mandona, a veces. Pero supongo que necesito de su firmeza para acabar de decidirme. Pongo la llave en la cerradura y la puerta se abre. Siento un peso que se aligera dentro de mí. Una extraña emoción que empieza a latir. Mi voz está satisfecha. Se que está esperando algo. Y eso me asusta un poco. Intento apartar esas emociones mientras finalmente doy un paso adelante.

2# EL FÉNIX

Quizás podría haber sospechado cuando mi dualidad se puso a babear por aquel hombre de ojos azules y cuerpo atlético. Quizás podría haberme intimidado cuando llegó hasta mí, testosterona en estado puro, confundiéndome con una tal Sophie. Su ex, nada más y nada menos. Quizás no había sido buena idea sugerir lo del hotel frente a la discoteca para pasar un buen rato, de esos sin compromisos, que me permito de tanto en tanto. Quizás podría haberme dado cuenta de que la extraña atracción que sentía por ese hombre no era del todo normal. Que la forma en que mi cuerpo reaccionaba a su contacto, ardiente, era diferente a cualquier otra sensación que hubiera vivido a lo largo de mi vida. Pero no, dale la culpa a la magia del momento o simplemente al aburrimiento de los últimos meses. Lo que mar. Pero tras pasar la mejor noche de mi vida, solo desearía que jamás hubiera sucedido. Porque si mi dualidad no se equivocaba, y para mi desgracia no suele equivocarse, ese no era un hombre cualquiera. Mi complemento, mi fortaleza y mi debilidad. Algo así como una profecía para mi dualidad, pero un problema con mayúsculas para mí. Porque si era todo eso, tenía que ser un dual. Y vamos, como que no tengo la más mínima intención de relacionarme con racistas sectarios asesinos. Duales. Llevo toda mi vida huyendo de ellos y aunque soy en parte una dual, herencia de una madre a la que no llegué a conocer, se que son mala gente. Y si sigo con vida no es una casualidad. He aprendido a defenderme y tengo una dualidad que pese a ser lo que es, debo admitir que es condenadamente lista. Nadie, humano o dual, va a hacernos daño sin que presentemos batalla. Y desde luego, ni loca voy a dejarme llevar por lo que me hace sentir, por muy bueno que esté. Soy capaz de plantarle cara hasta al cosmos, por habermela jugado haciendo que encuentre a mi supuesta media naranja.

3# EL TIGRE BLANCO

Colonia no era, ni de lejos, la ciudad más apasionante en la que encerrarse durante varios meses a estudiar. Había conseguido al menos que me dejaran instalarme en un piso de estudiantes con los otros tres alumnos de intercambio: dos buenas amigas y un chico de lo más interesante. Era una opción mucho más apetecible que tener que pernoctar en el consejo, el lugar más aburrido del mundo, bajo la supervisión de mi padre. Mi interés en hacer esa estancia poco tenía que ver con mi carrera o con que sintiera melancolía de mi siempre ausente padre. Quería descubrir alguna cosa sobre un linaje que se suponía que no era más que una antigua leyenda. Los fénix. Criaturas mágicas sobrevolando por el cielo cuyos poderes aún eran en parte un misterio. El recuerdo de cómo fueron capaces de arrebatarles la dualidad a dos tigres blancos aún me hacía estremecer, y eso que estaba de su lado. Sam y Sophie eran como dos hermanas para mí, además de haberse convertido en verdaderas amigas. Si en algún sitio podíamos encontrar información sobre su pasado, sobre su historia, tenía que ser en la vieja biblioteca del consejo, un lugar repleto de libros y registros sobre todo lo referente a nuestra especie. Un lugar al que solo un dual podría acceder y yo era la única capaz de infiltrarme allí, como quien no quería la cosa, para intentar descubrir algo sobre el misterio de su existencia sin poner en peligro al resto de mi familia.

4# EL ÚLTIMO LEÓN

Ruidos, olores, que me son totalmente desconocidos. La bruma cubre todo cuanto me rodea y me aferro a ella para no sentir el dolor. Los recuerdos. Markel.
¿Qué había descubierto mi hermano?
¿A quién había encontrado exactamente?
Los momentos de lucidez venían tan pronto como desaparecían y allí, en medio de todos ellos, un ruido. Un roedor. Y mis cadenas cayendo al suelo. Libre.
El velo lo cubre todo, pero juraría que sentí el viento en mi piel. Olores, tan próximos, que casi parecería que si elevaba la mano sería capaz de tocarlos. Me escondí más adentro, en lo más profundo de mi inconsciencia, negándome a creer la realidad que parecían transmitirme mis sentidos.
Y, de repente, el calor abrasando mi cuerpo. Magia. Una magia que me era conocida. El león despertando de un largo letargo mientras mis heridas empezaban a recuperarse y, en mi oscuridad, brillaba la luz de una risa femenina. Su olor, su presencia, me acompañaron durante largas horas. Fue su ausencia la que me obligó a buscarla; a abrir los ojos y analizar la que era mi nueva realidad. A despertar. Para vivir mi propia historia.

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