Paloma Salcedo, de Jaén capital, acababa de aprobar unas oposiciones a trabajadora social en el Ayuntamiento de Martos. Allí forjó su destino. Era una chica joven con ganas de trabajar y le encantaba su trabajo. Era su sueño, como también vivir independiente. Tenía un primo en el ayuntamiento y por casualidad se enteró de unos pisos en el centro con piscina y se compró uno. Y ahí conoció al hijo único de Carmen, su vecino, Mario, que vendría en días desde Boston para hacerse cargo de los negocios de su padre, que había enfermo. Dos fábricas de aceite y los olivos, y dos cortijos preciosos. Pero Mario ya no pertenecía a su pueblo, Mario era Boston. Se enamora de Paloma y ella de él, pero cuando sus padres faltaron, quiso volver a Boston y llevarse a Paloma. Pero todo se torció cuando ella fue a Boston a ver cómo era antes de renunciar a su trabajo. Y volvió al día siguiente. Y se olvidó de Mario. Sus vidas transcurrieron por caminos diferentes y ella nunca le habló de su secreto. Conoció al verdadero amor de su vida, Alberto. Y fue feliz con él, en todos los sentidos, pero al final tuvieron seis hijos, tres de Mario y tres de Alberto. Todos, mariposas de colores.
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