Lola y Rocío eran amigas sevillanas desde la Universidad. Estudiaron veterinaria e iban a montar una clínica al salir. Pero sus aviones no salieron, porque Rocío se enamoró de un texano que vino de intercambio a la universidad el último año. Así que sus vidas al final se fueron por otros derroteros, Rocío con su americano que tenía un rancho de caballos y una empresa petrolífera y tres hijos. Dos en la empresa y uno era un Cowboy y veterinario también como su madre, el más pequeño, Jimmy, guapo como su padre, alto y… mujeriego. Todo lo contrario de la hija de Lola. Jimena. Jimena era bajita, morena de ojos verdes, la única hija de Lola y Fran, un cirujano con el que se casó. A pesar de la distancia, siempre las amigas mantuvieron el contacto. E iban al rancho o venían a ver a sus padres a España. Hasta que coincidió con la muerte de James, el marido texano de Rocío con quedarse parada Jimena, que se dirigió tres años a una empresa ganadera de caballos. Y fueron al entierro y quedó Jimena al cargo del rancho. Era mucho más de lo que se había dirigido. Y también tenía que dirigir a ese caballo libre salvaje que era Jimmy. Pero a pesar de que no buscaban lo mismo, la química entre ellos fue latente desde que se miraron por primera vez, y cuando Jimmy venía de los rodeos…
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