El gorila prehistórico gigante King Kong es una de las imágenes más reconocidas de nuestra cultura. Tan grande es el poder del poderoso Kong en la imaginación popular que su historia –una apasionante historia del hombre contra la naturaleza, acompañada de una fantástica actualización de la leyenda de La Bella y la Bestia– ha sido llevada al cine tres veces (la más reciente en 2005) y se ha hecho referencia a ella sin cesar en todos los medios, desde libros hasta comedias de situación en horario de máxima audiencia.
Sin embargo, debajo de la importancia cultural de King Kong hay una historia tensa y sorprendentemente tierna. Uno no puede evitar sentirse asustado por la furia incontrolable de Kong, entristecerse por la captura, el maltrato y la explotación del gigante por parte de empresarios corruptos del espectáculo o simpatizar con el desafortunado afecto de la bestia por la estrella en desgracia Ann Darrow.
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